Algo más sobre las Cardillas
I.- Este episodio, bastante triste por lo demás, me aconteció con nuestro amigo Walterio. El abuelo tenia un lindo caballo negro cari blanco llamado Sambo. Cierto día que los hombres mayores de la casa se encontraban laborando en el campo, Walter y yo, decidimos jugar un poco a la pelota, en el corralón que existía un poco mas abajo de la casa en que vivieron los abuelos en su primera estadía en las Cardillas. Donde también se encontraba la huerta que nos surtía de toda la verdura necesaria para el diario vivir, ya que como ustedes saben la casa estaba muy aislada de la civilización. También había el espacio suficiente para tener un caballo para el pastoreo.
En esa ocasión el caballo estaba amarrado en ese lugar a una estaca enterrada en el suelo con un lazo bastante largo para permitirle libertad de acción, y no sufriera enredo posible cuando girara a la redonda. Para practicar nuestro deporte lo dejamos bien cortito para que no nos quitara espacio, y en eso estuvo el problema, pues cuado terminamos la jugarreta y nos retiramos olvidamos volver el lazo a su normalidad, y como el pobre animal llegaba a estar con la cabeza gacha por lo corto de soga, y al querer darse unas vueltas mas y no poder se desesperó de tal manera que al empezar a hacer fuerza para soltarse, se fue al suelo cayendo sentado en la estaca que lo sujetaba, enterrándosela en la pulpa de la pierna, y saliéndole cerca del comienzo de la cola, pero sin dejar verse, pues el palo no fue capaz de romper el cuero, pero eso si que se notaba el bulto que hacía la estaca.
Nos dimos cuenta de la desgracia cuando estábamos en el corredor mirando el jardín y notamos que algo raro le pasaba al Sambo. Corrimos a su lado, y cuan grande fue la sorpresa, la pena y la culpa, al ver al pobre equino bañado en sangre con este palo metido en su pierna, con una cara de dolor como acusándonos de su sufrimiento. A lo único que atiné fue a correr a traer un balde con agua y lavar su herida para sacarle por lo menos la sangre, y ante la imposibilidad de no poder hacer nada más y el temor a contar la tragedia, lo amarramos como lo tenía el Tata y cobardemente nos fuimos calladitos para la casa acordando morir en la rueda y esperar cómo se iban a presentar los hechos. A la mañana siguiente antes de partir al trabajo y después de desayunar, el Tata Lucho se encaminó a su tarea diaria de darle agua a su querido animal. Nosotros con Walterio lo seguíamos furtivamente para ver que pasaría. Lógicamente la impresión del Tata fue grande, y de mucha pena, llamando a gritos a mi tío Lucho para que lo socorriera, quién al escucharlo salió rajado, y nosotros de atrás. Se hicieron innumerables conjeturas,…….. llegando a la conclusión que el caballo había sido sacado en la noche para salir a robar, y después al ser devuelto y saltar, el animal ya cansado, no fue capaz de salvar la empalizada y cayó de poto sobre la estaca enterrándosela en su cuarto trasero. Con esa impresión quedó todo el mundo menos, obviamente, Walterio y yo.
Ese día el Tata Lucho no fue al cerro y empezaron los movimientos para tratar de salvar al Sambo. El tío Lucho partió para Vichuquén en busca de socorro médico, quién como a las dos horas regresó con el mariscal de carabineros quién era el que desempeñaba la misión de cuidar los caballares de la institución, y en los cuales recorrían los cerros a la siga de los salteadores. El diagnostico fue grave ya que la cantidad de sangre perdida por el animal era importante e imposible de recuperarla, pero como de todos modo algo había que hacer, echaron el animal al suelo y maneándolo procedieron a sacarle el palo. Difícil y dolorosa tarea en la que se demoraron alrededor de una hora en extraer el pedazo de estaca que por lo menos medía, aproximadamente, unos cuarenta centímetros. ¿Se imaginan ustedes el sufrimiento de ese pobre bruto?.
Acto seguido el Tata me pidió con los ojos llenos de lagrimas que ensillara mi yegua Amapola porque tenía que ir a Licantén a buscar unos remedios que en Vichuquén no existían. En diez minutos estaba listo a partir en busca de lo encomendado .Me entregó un sobre con la receta del mariscal y partí hecho un bólido.
A las doce del día me encontraba el Licantén, donde fui muy bien recibido especialmente por Hernán ya que ese mismo día domingo había un importante partido de Fott-ball contra Curepto y les faltaba justamente el defensa central que era la plaza que yo ocupaba, y obviamente, con toda la parafernalia, me olvidé del objetivo de mi viaje recordándolo cuando el sol ya se ponía. Me fui derechito para la casa y le entregué la carta a mi señora madre, quien al leerla me miró y me dio vuelta de un solo cachuchazo por irresponsable. Llamó al Tata Pelluco y partieron rumbo al pueblo en busca de los remedios. Gracias a Dios y para suerte mía los encontraron todos, y envolviéndolos prolijamente me los entregaron y me dieron la orden de zarpar inmediatamente, sin importar que en media hora mas se iba a hacer de noche y el camino se ponía mas peligroso de lo que era. A media cuesta de Licantén ya se puso el sol y media hora mas tarde no se veían ni las manos. Pero había que echarle para adelante no más El problema fue cuando tuve que apartarme del camino publico a la altura de los Junquillos donde vivía don Pancho Navarro antiguo correo entre Licantén y Vichuquén y tomar el sendero que me tenia que conducir a las Cardillas. Sencillamente solté las riendas a la yegua Amapola y la atrinqué haciendo presión con mis espuelas sobre sus costillas. El animal se puso mas ágil que nunca y en un tiempo mas corto que de día, me llevó a las puerta de la casa de los abuelos quienes al verme y comprobar la hora que era saltaron en cruz sobre los papás, diciendo que eran unos desalmados, que como se les ocurría mandar al niño a esa hora, y etc. etc. Al día siguiente tempranito empezó el tratamiento de antibióticos más los remedios traídos, pero todo fue inútil. El animal había perdido demasiada sangre, y al día siguiente el Sambo dejó de existir, pero no sin antes clavarle un puñal para desangrarlo y así no quedara la carne roja, con la cual se hizo charque que fue secado en una ramada especialmente hecha para ese fin.
Los encargados de extenderlo en las mañanas, recogerlo y guardarlo en la tarde para evitar el sereno, éramos por supuesto Walterio y yo, lo hacíamos con mucho respeto a causa de nuestro remordimiento, pero igual, cuando finalmente terminó el proceso, la mercadería se reducía a la mitad de lo esperado, debido a las pruebas diarias con mi compañero tanto en la mañana como en la tarde. Había que hacer el control de calidad, por supuesto.
II.- Los abuelos vivían del producto de las ventas de sus cosechas, corderos y algunos vacunos. Pero empezó el gran problema con las ovejitas, ya que una peste llamada “Zorros” inundó la costa, y semanalmente se despachaban un cordero, cantidad que para un rebaño de cuarenta animales era más que importante. Como eso no podía seguir, aparecieron los perros zorreros, que a fuerza de enseñarlos en el terreno mismo, logrando ser expertos en la caza de este dañino animal y cuando llegaban a plena madurez se les bautizaba con el nombre de Maestros. Se les podía cruzar una liebre o conejo por delante de ellos pero les era totalmente indiferente. Ellos fueron enseñados solamente para el Zorro. Llegamos a tener la mejor cuadrilla de esos caninos en la zona. Cuando digo llegamos, es porque yo fui comisionado para proteger y corregir cualesquier desliz de esos cazadores, y para eso el Tata me proporcionó de un muy buen macho, (ejemplar producto de la cruza de un burro con yagua) especial para bajar a las quebradas en el momento que el perseguido iba a ser capturado por los perros ya que en mas de una oportunidad, a la desesperada el zorro agarraban a un can del pescuezo y sino se los quitabas a tiempo eran capaces de matar al perro peleando. Pasado el tiempo esta actividad se trasformo en un verdadero deporte de fin de semana y fiestas de guardar. Retamales y sus boys eran las Vedette de esta parafernalia ya que los principales actores eran nuestros perros. Daba gusto el día del evento salir al campo alrededor de las cinco de la mañana y mirar para los mas altos mogotes(Altura) y ver en todos fogatas encendidas esperando el inicio de la jornada, la que tempranito empezaba por haber tantos de estos animales dañinos desparramados por la montaña. No les miento que había hasta mujeres integradas a ese deporte.
Al empezar la temporada, mas o menos a fines de Abril, después de las primera aguas, en cada jornada pillábamos hasta cuatro, pues los sorprendíamos en mal estado físico, ya que estaban gordos como chanchos por la tranquilidad del receso. Pero a medida que avanzaba el tiempo disminuía la cantidad del producto por jornada, ya que iban quedando menos, además por el progreso en su estado físico, debido al correteo. Estos animales podían correr hasta cinco horas sin parar arrancando de los perros. La persecución era a muerte. Por lo tanto, el promedio cazado por excursión era ya sólo de a dos.
A continuación de la caza nos reuníamos en un lugar especialmente elegido para la ocasión y celebrábamos comiéndonos un rico asado y un mejor trago de vino. Esto se masificó tanto que con el tiempo no había nadie que viviera en el campo que no tuviera un perro zorrero en su casa. ………….Y pensar que por una necesidad, descubrimos este deporte tan lindo que se practica hasta hoy en esa zona, pero con la diferencia que ahora se encuentra pocos de esos animales ya que tuvieron que emigrar a otros lugares debido a la terrible persecución. En lo utual, (como decía mi Tata Lucho) o actualidad, con suerte se encuentra un zorro chilla que son chiquitos y sólo roban gallinas, patos, pavos y con cueva un ganso.
Con el tiempo y la fama, fuimos invitados a auxiliar partes mas lejanas, como los altos de Lipimavida, las Pancoras, Las Puertas, etc.etc donde fuimos con nuestros perros y nos lucíamos. A la larga, esto se volvió un negocio ya que pedíamos un cordero por Zorro pillado, y la gente lo hacia y pagaba con mucho gusto, ya que el daño era mucho mas grande si aparecía el mentado zorro.
Un buen día Domingo y encontrándonos en el vicio, la jauría levantó una presa como a las diez de la mañana, y arrancó derechito hacia Vichuquén, y se instaló en el cerro de la cruz, lugar que está al pié del pueblo. El bicho corría de norte a sur o viceversa. La gente que asistía a misa de once escuchó el ladrido de los cinco perros que andaban en esa oportunidad, y poco a poco se fueron retirando del sagrado recinto. Primero los hombres y después algunas mujeres. Al final el pobre cura se quedó casi solo. La gente se fue a instalar a la viña de don Gume, de donde se dominaba todo el escenario y gozaban del lindo espectáculo, totalmente gratuito. Lo malo vino después, cuando el cura don Ramiro o cura chico fue a hablar con nosotros, y nos levantó y nos dejó caer, incluso nos dijo que estábamos poseído por el demonio, y para rematarnos, en la misa del Domingo siguiente, nos crucificó desde el pulpito durante su platica.
Quiero dar dos testimonios vistos por mi persona con respecto al zorro:
Es de idea fija. Porque cuando caza un cordero se acerca lo que mas puede, sigilosamente y fija su vista en la presa elegida., lanzadse velozmente sobre ella sin importarle lo que hay alrededor. Por supuesto la presa arranca y se introduce en el rebaño a veces atravesándolo todo y alcanzando la punta lo cual no es motivo para salvarse porque el depredador no ve nada más que lo que eligió y igualmente lo mata.
Son astutísimos, ya que en todo el tiempo que correteé tras ellos, jamás supe que cazaran una cabra o cabro. Y eso es, simplemente, porque estos animalitos son terrible de alaracos ya que gritan y balan mas que un chancho y eso, por supuesto, los delata. No así los corderos (como su nombre lo dicen) no dicen ni pío.
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