ALGO DE LA REINA MADRE Y SUS NIÑITOS MAYORES
Voy hacer un esfuerzo muy grande para recordar y no equivocarme en el siguiente relato, ya que estos hechos sucedieron hace muchos años atrás, los que empiezo a narrar en este mismo momento y que son, nada menos, que vivencias en la república de Vichuquén.
Empiezo con los dos niñitos mayores de la señora Tala. Hernán y el que escribe. Las recuerdo, no se porque, ya que en ese tiempo yo era muy pequeño, de muy corta edad, pero las maldades parecen que no se olvidan. Les contaré que a pesar que la situación económica de los viejos, no era de lo mejor, nunca nos faltó nada, pero tampoco sobró, siempre en las primicias, estuvimos a la vanguardia. Por ejemplo uno de los primeros en tener Vitrola acompañada de dos hermosos discos 78 nominados “Remuele tu caballo huaso” y “Amigo Tristán Barraza”, los cuales todos querían escuchar en el pueblo, fuimos nosotros.
Los segundos niñitos en ser propietarios de un triciclo, también fuimos nosotros, ya que el primero fue Ramoncito Correa o “piojo de Cabra”, hijo de Iván Correa o “piojo de cabra vieja”. También estuvimos en la vanguardia en el uso del pantalón de Golf, o guardapeos como los apodó la gente, (en todo caso esto fue mucho más adelante que estos hechos), y así un montón de cosas más.
No puedo dejar de empezar narrando la maldad más grande efectuada por un niño tan chico como nuestro querido hermano Hernán.
Figúrense que casi nos deja sin comer y sin pagar ningún compromiso del mes, ni siquiera para comprar un diez de pan. (quiero dejar constancia que el autor de este desfalco, cínicamente actuó sólo, yo, aunque sea imposible de creer, no tuve ninguna participación. Me imagino que por ser tan re chico). Pacientemente estudió con tranquilidad, tiempo, premeditación y alevosía, el lugar donde guardaba el sueldo la mamá al fin de mes, que era fecha de pago. Cuando estuvo bien informado tramó el gran desfalco, y un buen día lo cometió, y con su platita bien envueltita y guardadita en su pantaloncito se dirigió a donde el tío Saladino Toledo, quien poseía un almacén con expendio de golosinas. Este pariente vivía como a una cuadra de la casa y cuando lo vio llegar le sorprendió, porque nunca andaba sólo, y le preguntó que para donde marchaba, a lo que él contestó que iba a comprarle un diez de dulces. Cual grande sería la sorpresa del tío Saladino al verlo sacar el paquetito de plata, que en sí no era mucha, pero era el sueldo enterito de un empleado público, pasándoselo todito para que se pagara de su compra. El tío le dio los dulces, por supuesto, pero mandó a buscar a la Talita mientras lo entretenía, y como no era muy lejos ella llegó rapidito. Para que les cuento, casi tocó una estrella con la mano cuando se dio cuenta de lo que se trababa y las consecuencias….. Menos mal que todo terminó ahí, y el dinero volvió a su escondrijo, pero ahora no se supo donde.
Lo injusto fue, que si hubiese sido el Caco el malhechor, lo habría mandado retobadito al cuarto oscuro. En cambio aquí, no pasó nada. Por lo que reclamo justicia. Moraleja; nunca hay que fiarse de la apariencia, los instintos y la maldad van por dentro. (Aun mata Gatos).
Con mi hermano teníamos unos amigos inseparables, del alma, que se apodaban los matamucho. (Apodo adoptado porque su padre era carnicero y todos los días mataba un animalito) Estos niños se caracterizaban por ser un poco mano larga, pero con nosotros jamás. Ni siquiera un pañuelo. Los viejos hicieron lo imposible para que dejáramos esa amistad, pero no hubo caso. Con ellos lo pasábamos verdaderamente, la Raja.
Cierto día inventamos un viaje, obviamente después que se hubiesen ido los papas a su trabajo. Fuimos de paseo al cementerio, pero no precisamente al campo santo, sino que donde nuestro padre Adán y su señora Adela, compadres de mi madre y muy cariñosos. Tal como se pensó, se hizo. A las nueve 9 AM los matamucho se encontraban frente a la casa dispuestos a empezar la gran aventura. Amarraron un cordel al manurio del triciclo atravesándole un palo, que era el yugo, y lo tomaron cada uno de un lado, (se entiende que ellos eran los bueyes, a los que llamamos dulce y picante). Por supuesto en el asiento se acomodó Hernán y yo paradito al fierro que une las dos ruedas traseras, y partimos calle abajo dirigiendo a nuestros nobles bueyes que nos llevarían a nuestro destino. El primer obstáculo lo tuvimos en la pasada del estero, ya que el agua sobrepasaba el asiento del conductor y a mi me llegaba hasta las rodillas, y como no se podía usar otro medio, a mojarse no más el potito, y seguimos nuestro rumbo animando a dulce y picante. Nos demoramos como una hora en arribar a nuestro destino, siendo muy bien recibidos por la dueña de casa cuando nos vio, siendo la primera atención, un buen ulpo heladito para refrescarse. Pasado un momento nos dejamos queir (dijo don Lalo) y le solicitamos que nos diera permiso par visitar el Tunal, a lo cual accedió encantada la comadre Adela. Fue así como al poco rato teníamos un alto de tunas para llevar de regreso a casa, las que no cupieron en una bolsa que nos prestaron, así que lo mas conveniente que encontramos, fue taconear los bolsillos y carteras casi a reventar. La cosecha de la mata, por supuesto, fue a mano limpia, así que figúrense ustedes la que nos esperaba. Programamos el retorno calculando que, cuando los viejos llegaran nos encontraran ya en casa y así sucedió. Como se imaginaran, la vuelta fue un verdadero martirio, los bueyes no podían agarrar el yugo, el chofer no podía con el volante del vehículo, y yo no me podía agarrar de los hombros de mi hermano, por lo tanto, no me podía afirmar. Fue, creo yo, casi tan penoso como la pasión de nuestro señor Jesucristo. ( que me perdone por la herejía). Te clavaba una espina por un lado, y por el otro cuatro o cinco. Y no solamente en las manos, sino por todo el cuerpo. Fue algo verdaderamente terrible. Teníamos unas ganas locas de llorar y no podíamos por miedo a delatarnos, así que aguantar a lo roto gallo se ha dicho. De esa manera duramos hasta la hora de comida, cuando los viejos notaron algo extraño en nosotros y nos preguntaron, que escondíamos. En ese mismo momento nos largamos a llorar como condenados, y nos fuimos con todo en carrera. Parece que el golpe psicológico fue tan grande que ni nos llamaron la atención. Nos hicieron parar del comedor y nos llevaron al baño donde nos empelotaron y directo a la tina junto con la ropa, donde nos jabonaron hasta por donde no se usa y después una buena encremada. No digamos que fue la solución definitiva, pero por Dios que alivió, porque pasaron cuatro o cinco días y todavía no nos sacábamos todas las espinas. Así termino el lindo paseo con los grandes amigos matamucho.
Al decir verdad, la vida en Vichuquén era placentera, el tiempo pasaba sin ocurrir grandes novedades, era un pueblo muy tranquilo donde todos se conocían y se respetaban, nada de robos, menos asaltos, y mucho menos crímenes. Pero poco a poco fue decayendo por encontrarse geográficamente muy aislado, empezando a surgir Licantén, con tren hasta Curicó, además de su mejor situación geográfica, ubicada en el valle, ya que en eso años no habían los caminos de ahora, y ya se empezaban a crear las primeras oficinas públicas. Motivo por el cual, la gente con más visión empezó a emigrar, y entre esos nos incluimos nosotros. Primero fueron los papás cambiando sus trabajos allí. Como se imaginan, en principio fue súper duro para los pobres viejos ya que vivían en dos pueblos. En la semana en Licantén y el sábado y domingo junto a su familia en Vichuquén. Muchas veces nos tuvieron que dejar enfermos con fiebre alta, a cargo de la tía Eudosia. Esta señora era una allegada a la familia, muy querida, no solamente por el grupo nuestro, sino por toda la parentela. Tanto es así, que envejeció, enfermó y falleció al lado de nosotros, a una edad bastante avanzada. (Un recuerdo cariñoso para ella). Era la protectora especialmente de la Flaca, Nancho, y Pancho, les tapaba todo. Para muestra un botón. El maestro adquirió la mala costumbre de cagar todas las noches en el dormitorio y lo hacia en un recipiente que la tía le dejaba preparado. Una vez echa la persona, lo tapaba con un cartón, el cual no impedía que el olor, realmente insoportable, pasara toda la pieza. Se imaginan ustedes dormir toda la noche con este perfume en las narices……. y para remate la mierda tenía olor a boñiga. Verdaderamente insoportable que daban ganas de guitriar. Hasta que un día, después de haber alegado un montón, no obteniendo ninguna respuesta positiva, y no aguantando más, me decidí a enfrentar a los dos viejos y les expuse mis molestias y la penitencia que tenía que pagar todas las noches sin haber cometido ningún pecado.
Fui oído, ya que desde ese día, nunca más se cagó en el recipiente. Sólo donde correspondía. O sea, era pura mala costumbre, o por hueviarme a mi ?...........
Como les decía antes, la tía Eudosia, acompañada de una nana, se quedaba a nuestros cuidado cuando los papas estaban en sus trabajos en Licantén, pero así y todo, se las arreglaban para estar el mayor tiempo posible al lado de sus retoños. La mayoría de las veces salían a las cinco de la tarde de sus trabajos y, a esa hora, partían rumbo a Vichuquén, a lomo de caballo, donde llegaban como a las 10 de la noche para regresar al otro día, a la misma hora, a cumplir con sus obligaciones. De esa manera, pasaron y pasaron los días, las semanas y los meses.
Poco a poco la situación se fue regularizando y en un tiempo bastante prolongado, nos pudimos instalar todos juntos a vivir definitivamente en el pueblo que tanto queremos hoy día. Licantén.
No nos costó mucho acostumbrarnos. A la semana ya teníamos amigos y a mi me tocó ganarme un corte con otros pelusones descargando un carro del tren lleno de sandias, y la paga fue dos chauchas y dos sandias. La Chela (la empleada en esos tiempos) saltaba en una patita de contenta por la propina, (que por supuesto la hicimos recagar en forma inmediata en golosinas, chocolates, berlines y empolvados, compartiéndolos con ella) así que me lavó al instante la ropa de trabajo, para no ser sorprendido por la Talita, y esto fue varias veces más.
Considerando que este relato es para largo, y para no perturbar sus trabajos, he decidido dejar hasta aquí la narración, esperando que haya sido de su agrado, para la próxima vez continuar con el final
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