UN ADULTO CON ALMA DE NIÑO.....EL TIO ROMAN
El personaje que de hoy se llamaba Román Hernández, hijo de Don Nicodemo Hernández y Eloisa Rey, por ende, hermano de nuestro TATA NACHO. Su sacratísima esposa se apodaba Rosa, que para él era su Rosita, y él para ella su Romancito. Sus amigos predilectos fueron don Andrés, Caco, Gastón y Francisco Antonio, en una escala menor.
Un buen día inventaron una excursión de cacería, y el coto escogido fue los potreros que existen camino al río, y por tratarse de un safari para matar aves y animales, fui invitado a participar. Por supuesto, que no me hice de rogar en absoluto y fue así como una temprana mañana nos encontramos caminando rumbo a nuestro destino. Esta caravana estaba integrada por las siguientes personas: Román como jefe de la expedición quien era el único que portaba escopeta, Gastón, don Andrés, Carlos Enrique y yo.
Verdaderamente no recuerdo si participaba también Francisco Antonio pero me parece que no. La delegación salió muy a la madrugada, y muy entusiasmada se dirigió por la línea férrea que une Licantén-Curicó hasta frente el fundo de Chanito Labra, como se le conocía en esos tiempos, (a pesar que nunca tuvo tierra ni en lo zapatos). Esto queda como a dos cuadras más arriba de la casa de Don Aquiles González y la señora Margarita Arancíbia, lugar donde doblando hacia el río nos adentramos de lleno al coto de caza. Abriéndonos en abanico en el potrero nos alineamos con Román al medio porque, como dije anteriormente, era el único que portaba arma de fuego y el resto armado de una piedra o palo a lo mucho. El trayecto hasta el río fue un verdadero fracaso, no salió ni siquiera un Chercán, pero Román no se daba por vencido y seguía adelante con mayor ahínco.
Una vez recorrido todo el potrero, y no viendo nada mas que un Pequén parado arriba de una estaca que nos miraba con gran atención con su tremenda cabeza y ojos fijos, que daban ganas de aforrarle un escopetazo, cosa que se lo insinuamos al jefe a lo que se rehusó terminantemente, por tratarse de un depredador de animales dañinos como Ratones de cola larga, incluidos conejos chicos, insectos que atacan los sembrados etc.....
En resumidas cuentas la cacería era una mierda y fue suspendida dirigiéndonos al río donde nos sentamos en su ribera norte, teniendo por delante la vista del majestuoso río Mataquito. Esperando pacientemente que viniera un bote que nos llevara a la otra orilla donde se reanudaría la caza. En el ínter tanto encontramos un bote pequeño estacionado (seguramente de alguien que fue a Licantén a buscar sus faltas) en el que Román se encaramó y dijo que iba a buscar un bote para que nos pasara. Inmediatamente se delató que no tenía idea de marina, ya que, se sentó al revés, por lo tanto, la quilla quedaba mirando para atrás, situación por lo que la embarcación se pone ingobernable. Viendo en el problema en que se estaba metiendo y que la corriente del río lo estaba arrastrando hacia la otra orilla donde corre el grueso del caudal y es mucho más profundo y peligroso, empezamos a gritarle a viva voz :
· “ Don Román, Don Roma, esta sentado al revés, siéntese para el otro lado”, a lo que el contestaba “al revés voy”, mientras tanto la corriente lo llevaba más y más cerca del peligro.
· Seguimos gritando: ”Román por lo que más quieras rema con la quilla para adelante” y el contestaba “para adelante voy”.
· “Trata de sacar el bote para el medio del río”, a lo que contestaba “para el medio voy”.
Como ustedes se habrán dado cuenta era HERNANDEZ por lo porfiado porque todos son como Gurros….., cuando la cosa se puso peluda de frentón ya que irremediablemente era candidato a quedar sumido debajo de una corrida de Sauces llorones lo que habría sido fatal, empezamos a gritar con todas nuestras fuerzas pidiendo auxilio y sucedió el milagro…… De pronto apareció al otro lado del río un individuo que resultó ser el botero que transportaba gente de un lado para el otro, que al escuchar los gritos se percató del problema que estábamos enfrentando. A gritos llamó a alguien, que estaba muy cerca, porque apareció al instante, y subiéndose al bote remaron briosamente río abajo en pos del cuasi accidentado. Inmediatamente se notó la experiencia de los ciudadanos, ya que en un dos por tres estaban al lado de su objetivo, y el segundo en llegar cogió una soga que colgaba de la quilla y le dijo a su compañero, rema no más para el medio que ya lo agarré. Una vez, alejados del peligro, arreglaron la carga, a Román lo pasaron para el otro bote y uno de los titulares se hizo cargo del casi siniestrado y así regresó nuestro jefe de expedición a nuestro lado. Una vez que estábamos todos juntos, Gastón trató de llamarle suavemente la atención por la imprudencia cometida, a lo que respondió al instante haciéndole honor a su apellido HERNANDEZ (Sinónimo de porfiado) que él tenía todo controlado y que nosotros éramos los alaracos.
Pasando este bochorno y volviendo a la armonía, que era lo que correspondía, nos dispusimos a disgustar las exquisiteces que componía nuestro liviano morral, que con mucho cariño nos preparó Rosita, digo liviano porque ese día era Viernes Santo y por la prohibición de comer carne estaba compuesto por cosas muy diet tales como, huevos duros, una tortilla de verduras, pan amasado de donde la señora Virginia esposa del Chasca, y un pedacito de quesillo y nada más .Como ustedes ven livianito. Después de reposar esta pequeña colación decidimos regresar. El retorno fue efectuado cruzando cercas por los potreros esperando poder cazar algo que se cruzara en el camino, como era el deseo de todos, pero mas de Román, ya que, en un momento que caminábamos en silencio se le escuchó la siguiente exclamación “No lloviera una bandada de liebres” exclamación que hasta el día de hoy tengo dudas de que fue lo que quiso decir nuestro líder, si fue que lloviera (del verbo llover) o si yo viera (del verbo ver). Con cualquiera de las dos interpretaciones nos dejó claro que iba alucinado con disparar, aunque fuera un tiro. La marcha se hizo tediosa por el calor a eso de las dos de la tarde. El apetito que empezaba a florecer por las bajas calorías del almuerzo, mucha sed, etc.etc, dio comienzo a algunas preguntas, (creo que para amenizar la caminata) ¿Qué se comerían en este momento si fuera posible? el primero en contestar fue Don Andrés: “Yo me mandaría un costillar de chancho con papas cocidas con un pedazo de longaniza de donde la CHILA”. El segundo en disparar fue Caco “yo me comería un rico peo de zorro con un buen trozo de longaniza de donde Carlos Papa”, luego siguió Gastón “yo me comería un buen plato de Zanco con bastante longaniza picada, pero esta última tiene que ser Llanquihue porque creo que con esto se me terminaría la terrible sed”. Me tocó a mi, y me decidí por “a mi me gustaría degustar algo muy sencillo, una rica cazuela de Pava con chuchoca y la presa y la papa acompañada con una rica ensalada de chagual”. Como no se oía el pronunciamiento de Román se le incitó a integrarse a la encuesta y respondió de la siguiente manera “yo no me comería ninguna hueá, porque ustedes seguramente por efecto del cansancio están hablando puras chuchá”. Lo que no dejaba de tener un poco de razón.
Cuando por fin llegamos a la calle Lautaro, saliendo por el potrero de Abdón Pavéz y el negocio del Conejo, casi frente a la casa de nuestro jefe de expedición, quién muy amablemente nos invitó a servirnos un vaso de chicha dulce, ya que tenia una garrafa que se la había regalado un compadre de la Placilla, por ende, era producida por nuestro amigo Julián Ruiz De Gamboa, lo cual fue aceptado por una miá. Por supuesto que no nos tomamos una sola copa… sino que varias. Estábamos cómodamente sentados alrededor de la mesa compartiendo, cuando repentinamente se levantó Don Roma, como cariñosamente se le llamaba, y desapareció por la puerta que va al patio. En principio creímos que iba a pegarse una meaita, pero no fue así, porque el tiempo pasaba y la meá se tornaba demasiado larga, cuando repentinamente se escuchó una zalagarda de cacareos de gallinas y del gallo que defendía sus mujeres y de atrás, el grito desgarrador de ROSITA que imploraba gritando “esa no Romancito que es la única que está poniendo “. Todos nos paramos en el acto no sabiendo lo que pasaba y salimos disparados hacia el patio y cuan grande fue nuestra sorpresa al ver a la dueña de casa agarrándose la cabeza a dos manos y nuestro jefe con su brazo izquierdo levantado y de su mano colgando una gallina negra con el cogote cortado, aún aleteando. A esa altura, no había nada que hacer, por lo tanto, al cabo de una hora, el ave de corral estaba reducida a una humeante cazuela que acompañada de una rica ensalada de lechuga, la devoramos en un santiamén (a pesar de ser VIERNES SANTO) junto con la garrafa de chicha completita. Antes de despedirnos, don Roma nos hizo jurar, que este episodio, tenía que quedar entre esas cuatro paredes y no podía salir a ninguna parte, porque si llegaba a oídos de su madre, la señora Eloisa, iba a ser vapuleado y posiblemente desheredado, juramento que se cumplió al pie de la letra. Antes de terminar quiero pedir algo muy personal a todas las personas que lean este cuento: rezar un padre nuestro y un ave maría en homenaje y memoria de nuestro personaje de hoy “ROMAN HERNANDEZ REY”, sin duda alguna, un gran hombre.
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