UN VIAJE PARA RECORDAR
Como todos mis escritos datan de muchos años atrás y este no es la excepción, ya que se remonta cuando existía solo un kakacito, se nos ocurrió un buen día, con mi compadre Zofanor hacer un viaje a Licantén con las respectivas familias, y aprovechar de probar su flamante jeep recién acondicionado, que prácticamente se había hecho de nuevo.
Después de una larga conversación acordamos partir un día Viernes en la tarde, inmediatamente después que le entregaran su joyita y él calculaba tipín cuatro. El lugar de encuentro sería mi casa en San Bernardo. Llegó la hora convenida pero mi compadre, para variar no aparecía. Así pasaron los minutos y después las horas y Zofanor perdido. Por fin como a las seis recibí una llamada telefónica donde me contó que el mecánico aún no le entregaba el bólido y no sabía a que hora lo haría, ya que se había ido de mentira en mentira, y me sugirió que yo me fuera adelante, pero con cambio de pasajeros: o sea, yo, con la flaquita y el kakacito grande. El se llevaría posteriormente a mi hijo Guillermo y Arnoldo, mas Blanca Correa (mi empleada en esos tiempos) y también a Francisco Antonio. Gonzalo iría con nosotros, ya que era muy pequeño en esos años. Dicho y hecho partí con mis acompañantes feliz de la vida y el viaje lo hicimos sin ningún inconveniente.
Una vez llegados a destino nos dedicamos a darnos un merecido descanso para reponer fuerzas perdidas en el trayecto efectuado, y prepararnos para recibir, sin saber la hora, el arribo del segundo lote. La hora pasaba y pasaba y no llegaban. Las mujeres preocupadas, pero de todas maneras decidimos irnos a la cama ya que eran la una de la mañana. Yo estaba tranquilo porque confiaba en las manos de mi compadre y prueba de eso fue que al ratito estaba roncando. Pasado un corto lapso, no se cuanto sería pero me pareció que fue muy corto cuando, de repente mi sacratísima me despertó con esa dulzura que la caracteriza diciéndome que tenía tanto susto temiendo que a los niños les haya pasado algo, a lo que contesté que estuviera tranquila porque seguramente el móvil se lo habían entregado mas tarde de lo presupuestado y seguí tratando de conciliar el sueño. Cuando me estaba quedando dormido nuevamente mi señora volvió a la carga y me insinuó que porque no los iba a encontrar, a lo que contesté que si no llegaban en una hora mas lo haría. Eran las tres de la mañana.
A las cuatro en punto me levanté, fui a la cocina, preparé un termo con café, tomé unos emparedados que nos había sobrado del viaje y subiendo a mi noble citroneta me las emplume rumbo a Curicó. Pasé Mataquito, Hualañé, Mira Río, Parronal y por último llegué a la Huerta, donde ya iba preocupado acordándome de las palabras de mi señora: que me imaginara que a lo mejor se habían dado vuelta y estaban botados en una barranca clamando por sus padres. Juro que el corazón no me cabía en el pecho, pero seguí avanzando con la fe puesta en Dios que los encontraría vivitos y coleando felices de la vida, y, gracias a Dios, así no mas fue. A la salida del pueblo los encontré detenidos en la berma esperando que Blanca se pegara una meadita, que mas que eso, según relato de los niños, parecía una cascada por la forma de sonar en el momento de ser expulsado ese líquido amarrillo.
Después de conversar con Juan Manuel y contarme todas las peripecias, les pasé el café y los emparedados para que calentaran un poco el cuerpo y pudieran seguir viaje con nuevas energías. Una vez que terminó de degustar el rico brebaje me insinuó que me fuera adelante no mas para darle noticias a las patronas, que debían de estar sumamente preocupadas y así lo hice, pero no sin antes haber cambiado a mis hijos a mi vehículo. El se iría más lento pero sin ningún problema ya que había encontrado la pana y estaba solucionado el problema. Mi arribo se hizo una hora mas tarde a Licantén y me recibieron todos muy contentos por el éxito del rescate y las noticias halagüeñas de las condiciones en que marchaba el flamante jepp. Nos acostamos y dormimos a pata suelta, pero cuan grande fue nuestra sorpresa al despertarnos en la mañana que no había llegado aun el otro grupo. Me preparaba a partir nuevamente cuando hicieron su aparición triunfal. Francisco Antonio, al entrar al pueblo se había parado en el asiento de copiloto, y saludaba a cuanto parroquiano se le cruzara por delante, pero lo mejor fue cuando estaban por llegar a la casa y encontrándose don Darío Coffin en la puerta de la suya y al reconocer a Mediterrand casi gritando le dijo.”Hola Panchito ahora si que nos cagó con el autito que viene, esos si que son buenos para estos caminos, no quedan jamás en pane”, a lo que Francisco respondió, “ claro que sí don Darío, para ellos no hay caminos malos que se les ponga por delante.” El recibimiento fue lleno de alegría al comprobar que todo había salido bien.
Después de un reparador sueño les pedí que me contaran detalles del motivo de su tremendo retrazo, y me pude enterar del hermoso viaje que habían hecho a pesar de los inconvenientes presentados por el auto.
Todo empezó en el peaje de Angostura donde tuvieron la primera falla, y así se vinieron avanzando poco a poco, kilómetro a kilómetro, hasta llegar al camino a Licantén. Pasado el estero de Quilpoco, Francisco y J Manuel vieron un movimiento raro a orillas del camino. Paró la nave y se bajó Pancho para observar mas de cerca, dándose cuenta que era un gato negro que se estaba pitiando un conejo; se le acercó con mucha prudencia ya que la intención era quitarle el manjar que se estaba sirviendo, y cuan grande fue la sorpresa al ver la mirada que le pegó el felino que estaba con todos los pelos engrifados, como diciendo que no tenía ninguna intención de dejar su presa sin antes presentar batalla; entonces Francisco cogió un ladrillo que era lo que estaba mas a mano y se lo zumbó pasándole raspando la cabeza. En ese momento, al parecer, el animal comprendió que no era jugarreta y apretó cachete, pero la desilusión de mi compadre fue grande al comprobar que al conejo le faltaba todo el cuarto trasero, y muy de capa caída regresó al camino para proseguir viaje….. cuando repentinamente Místico apretó el acelerador y salió disparado….; el motivo fue haber visto a la distancia una liebre aparecer en la mitad del camino, e instintivamente salió en pos de ella ya que eso para mi compadre era igual que tirarle mierda al perro, no le gustaba, sino que le fascinaba. La persiguió como dos kilómetros ya que por lo encajonado del camino corría por el medio de la calle hasta que llegaron a una puerta de trancas atravesadas, por donde la liebre salió de su ruta y buscó el cerro que se encontraba muy cerca. Hasta ese preciso momento le duró la persecución, que según mis hijos había sido de película. En ese mismo momento se acordaron que a mi pobre compadre Francisco Antonio lo habían dejado botado sin medir ninguna consecuencia, y regresaron raudamente.
Por otro lado Pancho Francisco al ver el vehículo que se alejaba quiso correr para alcanzarlo, pero hizo el ridículo ya que producto de la tierra que se levantaba ni lo vio; además, en ese momento no le respondieron sus flacas piernas acompañado de ese cuerpecito testigo de muchas farritas, muy buena mesa la que le había puesto el abdomen bastante protuberante. Menos mal que se dio cuenta de eso y cesó de inmediato. Pero el esfuerzo le había pasado la cuenta. Cuando caminaba tranquilamente al encuentro del vehículo se le presentó primero un retorsijón de guata y de atrasito un deseo incontrolable de evacuar producto de una repentina indigestión. El problema era que no estaba seguro si era solamente peo o además acompañada de un poco de mierda. Tomando una decisión de inmediato y dispuesto a cualquier costo se la jugó, abrió el ano y dejó escapar la sorpresa… ¡cuan grande fue la felicidad al comprobar que era solamente viento pero tan sonoro y porqué no decirlo, también muy ordinario a juzgar por el ruido que produjo, medio arranado y de larga duración….. como sería que los perros del vecindario despertaron y lo atacaron a lo que tuvo que defenderse como gato de espalda a fuerza de patadas,. peñascazos, y lo que encontró a mano, logrando finalmente hacerlos volver a sus respectivas casas.
Siguió caminando y cogió un palo del porte de un bastón que se encontraba en el camino, cuando nuevamente se le repitió la misma tontera y otra vez abrió la compuerta y el estampido vino de atrás, a lo que salieron nuevamente los perros, y ahora si que lo tuvieron afligido, que si no es por el palito que un santo le puso en el camino se habría visto en serios aprietos. Menos mal que no pasó a mayores y en ese momento apareció el Jepp que lo venía a recoger. Después de algunos garabatos para el chofer todo volvió a la normalidad y retomaron la senda que los conduciría a Licantén.
Al llegar al pueblo de la Huerta justo en la bajadita antes de ingresar, pararon a petición de Blanca Correa para echar una meadita y fue justamente en ese punto cuando me los encontré cuando venía en su búsqueda en forma desesperada.
El mismo día del arribo a nuestro destino nos preocupamos de mandar arreglar el Jeep ya que en la noche le esperaba una gran cacería de liebres que haríamos a la Trinchera, lugar que todos conocen, y fue así como don Cupe mecánico de la zona, lo dejó en perfectas condiciones ya que la pane estaba detectada.
Inmediatamente después de cenar, los viajeros estábamos listos para emprender viaje a lo programado, y acompañado ahora por don Lalo y Peyuco Alcapío. El primer tramo lo efectuamos en forma expresa ya que tradicionalmente no hay cacería. Una vez llegado al otro lado del río, a la altura de Naicura, nos pusimos en acción y alumbramos hasta la orilla del estero Huenchillamin que queda muy cerca de Putú, en donde existía a la derecha del camino un gran portón que daba acceso a un lindo potrero que hacía tiempo que le teníamos gana, pero siempre lo encontrábamos con un gran candado. Alcapío al mirarlo con detención se dio cuenta que parecía no tener esta vez el cierre y se tiró auto abajo para cerciorarse bien que estaba en lo cierto, y así no mas era y en un dos por tres nos encontrábamos adentro rodando paralelamente al estero, separados solamente por una cerca de zarzamora hábitat especial para la crianza del roedor en cuestión. Para que les cuento, nos hicimos la América, nos llegaban a quemar las manos los cañones recalentados de las escopetas de tanto darle gusto al dedo. Una vez llegado al fin del predio nos tiramos para el medio y empezaron a salir las liebres a las cuales las seguíamos a toda maquina, siendo tan grande la balacera que los vichos desorientados se metían entre un grupo de caballares que corrían delante de ellas. Igual las guasqueábamos y muchas veces las municiones iban a parar en las patas de los equinos. Una vez llegado al otro extremo decidimos buscar la puerta y echarnos el pollo por miedo que el estampido de la munición alertara a los dueños y nos hicieran pasar un rato desagradable, total la cacería estaba asegurada y empezamos a devolvernos a casa. Pero al pasar por el frente de la entrada a Punta De Depu los huevones calientes decidimos en un dos por tres darle una vueltecita, con tal suerte que de entrada nos tropezamos con una hermosa liebre. Juan Manuel se trastorno y le metió toda la pata al móvil aprovechando lo planito del terreno, pero no fue suficiente, el animal era igual o mas rápido que nosotros, los disparadores lo único que hacían era afirmarse para no irse de hocico al suelo, hasta que don Lalo, que a esa altura no le cabía ni un alfiler, empezó a gritarle a Místico lo siguiente.” Pare don Juan,” pero al no ser escuchado volvía a repetirle lo mismo lo hizo como cuatro veces….. y ¡como sería su desesperación! que levantando muy fuerte la voz le dijo: pare pos conchas e tu madre….. a lo que J .M. obedeció pero muerto de la risa. Al verlo, don Lalo un tanto avergonzado le dijo. “No ve que usted con su porfía me hace faltarle el respeto y esa no es mi costumbre”…. Finalmente nos pusimos nuevamente en la ruta en pos de nuestra casa. Llegamos de día claro y sacando todo el resultado de nuestra brillante cacería, la pusimos una al lado del otro en la vereda frente a nuestro hogar y empezamos a repartir a toda la gente que pasaba a esa hora con destino desconocido.
Fue así como terminó una de las mejores cacerías de mi vida, que no fueron pocas, y felices por el resto de nuestra estadía en esa, nos dedicamos a atender a nuestras mujeres e hijos.
Cariñosamente. Mito. . .